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Etiopía
LA LEYENDA DEL ARCA DE LA ALIANZA
Siguiendo los pasos de exploradores legendarios como Pedro Páez o James Bruce, esta expedición recorre los paisajes ocultos de Etiopía, donde historia y mito se entrelazan entre monasterios milenarios y montañas sagradas. Un viaje único para descifrar los
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EN BUSCA DEL ARCA PERDIDA
Recorre las tierras donde los antiguos custodios protegieron uno de los mayores enigmas de la humanidad. Entre montañas ocultas y templos remotos, Etiopía revela la memoria de un Arca sagrada y los ecos de viajeros que desafiaron el fin del mundo conocido
DÍA 1
ORIGEN - CIUDAD DE ENLACE
Partida desde el aeropuerto de origen y comienzo de la travesía hacia Oriente. Tras una escala en ruta, la noche transcurre a bordo mientras el viaje avanza hacia los antiguos confines del Mediterráneo.
DÍA 2
CIUDAD DE ENLACE - ADDIS ABEBA
Llegada de madrugada a tierras etíopes y traslado privado hasta el alojamiento. Tras el descanso necesario, la jornada comienza con una primera aproximación a Addis Abeba, ascendiendo hasta las alturas del Monte Entoto, desde donde se despliegan los valles y bosques que rodean la ciudad.
La ruta continúa hacia el Museo Nacional, guardián de vestigios esenciales para la historia de la humanidad, entre ellos los restos de Lucy, testimonio ancestral de nuestros orígenes.
Después del almuerzo, la visita prosigue hasta la Catedral de la Santísima Trinidad, joya barroca sin igual en África. La jornada no termina sin recorrer las salas del Museo Nacional, uno de los espacios arqueológicos más relevantes de África. Entre sus colecciones descansa Lucy, el esqueleto fósil que perteneció a una homínida de la especie Australopithecus afarensis, cuyos 3,2 millones de años la convirtieron en un hallazgo crucial para comprender los primeros pasos de la humanidad. Su descubrimiento, en 1974, supuso una revolución científica que situó a estas tierras como uno de los epicentros de la evolución humana. Ante sus frágiles huesos, se despliega la memoria más remota de nuestra especie, recordando que Etiopía no solo custodia mitos sagrados, sino también los orígenes mismos del linaje humano.Al término del día, regreso al hotel, cena y descanso.
DÍA 3
ADDIS ABEBA - BAHIR DAR
Al amanecer, un vuelo temprano conduce hacia el norte, hasta Bahir Dar, la ciudad que custodia la orilla sur del Lago Tana. Estas aguas, serenas en apariencia, esconden secretos milenarios. Desde sus costas, embarcaciones de papiro surcan el lago en dirección a sus islas e iglesias más emblemáticas, guardianas de antiguos manuscritos iluminados y tradiciones ancestrales que permanecen inalteradas desde tiempos medievales. Entre ellas destaca Ura Kidane Mihret, santuario monástico cuyas paredes están cubiertas por ciclos pictóricos de vivos colores, narrando la historia sagrada de Etiopía, entre santos guerreros y reyes bíblicos. En cada rincón de sus muros resuena la herencia del cristianismo etíope, uno de los más antiguos del mundo, preservado durante siglos entre las aguas y los bosques. En algún momento de la jornada, si la ocasión lo permite, se participa en una ceremonia tradicional del café, ritual cotidiano elevado a arte, en el que los granos recién tostados despiertan aromas que envuelven la estancia, mientras las brasas y los inciensos acompañan el lento discurrir del tiempo.
Por la tarde, la expedición continúa tierra adentro, siguiendo los pasos de Pedro Páez, el jesuita español que, en 1618, fue el primer europeo en contemplar las cataratas de Tis Isat. Allí, donde el Nilo Azul se precipita desde más de cuarenta metros de altura, Páez expresó su júbilo con las palabras: «Confieso que me alegré de ver lo que tanto desearon ver antiguamente el rey Ciro, su hijo Cambises, el gran Alejandro y el famoso Julio César». Ante sus ojos, se revelaba el origen del río que durante generaciones había alimentado mitos y obsesionado a reyes y exploradores. La caminata hasta el salto de agua atraviesa paisajes rurales que apenas han cambiado desde entonces, entre campos cultivados y aldeas perdidas en el tiempo, hasta alcanzar el estruendo de la caída y la bruma perpetua que la envuelve.
De regreso a Bahir Dar, el día concluye con la visita a la llamada Casa de Pedro Páez. Aunque la estructura actual pertenece a épocas posteriores, el lugar rinde homenaje al misionero que desafió rutas imposibles y selló su nombre en la historia de Abisinia. Allí pasó parte de sus años como consejero del emperador y testigo privilegiado de una corte que, en su época, mantenía aún los ecos de un reino cristiano aislado, resistente y orgulloso. La memoria de su viaje, entre la fe y la aventura, permanece viva entre estas piedras, como si Etiopía no permitiera olvidar a quienes osaron adentrarse en sus misterios.
DÍA 4
TANA CHERCOS - GORGORA - GONDAR
Con las primeras luces del día, comienza la navegación por las aguas del Lago Tana, el mayor de Etiopía y custodio de antiguas leyendas que aún hoy resuenan entre sus orillas e islas. La travesía conduce hasta Tana Cherkos, un enclave monástico envuelto en siglos de misterio. Según la tradición sagrada etíope, fue aquí donde el Arca de la Alianza encontró refugio durante más de ochocientos años, tras haber sido trasladada desde el templo de Elefantina, en Egipto. En esta isla apartada del mundo, protegida por generaciones de monjes, el objeto más sagrado del Antiguo Testamento habría permanecido oculto antes de su definitivo traslado a Axum, donde aún se afirma que descansa bajo la custodia eterna de la Iglesia de Santa María de Sion. Desde la embarcación, se contempla la silueta de Tana Cherkos, inaccesible para las mujeres según la estricta norma monástica, mientras quienes no puedan acceder al monasterio serán recibidos en el santuario femenino de Dembeza Qusquam Mariam, también en la isla, dando continuidad a una tradición de recogimiento y fe que atraviesa los siglos.
La ruta prosigue hacia Ura Kidane Mihret, uno de los monasterios mejor conservados del Lago Tana. Fundado en el siglo XIV y decorado con espléndidos ciclos pictóricos de los siglos XVII y XVIII, sus muros narran batallas celestiales, genealogías reales y pasajes bíblicos que configuran la identidad espiritual del país. En algún momento de la jornada, si la ocasión lo permite, se participa en una ceremonia tradicional del café, ritual cotidiano elevado a arte, en el que los granos recién tostados despiertan aromas que envuelven la estancia, mientras las brasas y los inciensos acompañan el lento discurrir del tiempo.
La travesía culmina al norte del lago, en la región de Gorgora, donde reposa la tumba de Pedro Páez. Sobre este lugar han crecido relatos entre la historia y la leyenda, evocando al misionero que dejó su huella imborrable en la corte etíope del siglo XVII. Páez no solo fue testigo de los secretos del Nilo Azul, sino que participó en los complejos juegos de poder del imperio, presenciando conversiones, revueltas y la efímera expansión del catolicismo en estas tierras.
Desde Gorgora, la ruta continúa por tierra hacia Gondar, capital imperial durante los siglos XVII y XVIII. Tras el almuerzo, la ciudad revela sus tesoros: el conjunto palaciego de los Castillos Imperiales —Patrimonio de la Humanidad—, testimonio pétreo del esplendor de la dinastía Gondarina; el Baño de Fasilides, rodeado de un recinto ceremonial donde aún hoy se celebra la festividad del Timkat, y la iglesia de Debre Birhan Selassie, célebre por su techo cubierto de ángeles que observan, impasibles y eternos, desde lo alto.
Entre las murallas de Gondar resuenan aún los ecos del paso de Pedro Páez y su compleja relación con los soberanos de Abisinia. Fue consejero del emperador Za Dengel, a quien advirtió —sin éxito— de las consecuencias de romper los equilibrios religiosos del reino. Tras la caída del monarca y la ascensión de Susinios, Páez ganó nuevamente influencia y llevó al emperador a abrazar el catolicismo. Pero aquel giro, contrario a la tradición ortodoxa, se deshizo años más tarde bajo el reinado de Fasilides, quien restauró la fe ancestral y ordenó la destrucción de los enclaves jesuitas. Sobre esas mismas tierras, Gondar se alzó como nueva capital y símbolo de continuidad imperial, encarnando la fuerza de una Etiopía que, una vez más, supo resistir y reconstruirse sobre los vestigios de su propia historia.
Nota importante: La isla de Tana Cherkos es un monasterio masculino. La entrada al recinto está prohibida para las mujeres. Por ello, la visita se organiza de manera panorámica alrededor de la isla. Las mujeres desembarcarán junto al resto del grupo, pero realizarán una visita alternativa al monasterio femenino de Dembeza Qusquam Mariam, situado también en la isla.
DÍA 5
GONDAR - AXUM
Tras el desayuno, la ruta continúa hacia el norte, adentrándose en uno de los paisajes más sobrecogedores de Etiopía: las Montañas Simien. Declaradas Patrimonio de la Humanidad, estas alturas conforman un paraje ancestral, donde mesetas escarpadas y abismos vertiginosos dibujan un horizonte de piedra modelado por el paso del tiempo. Antiguos relatos hablan de estas tierras como los límites del mundo, un reino suspendido entre las nubes y la tierra firme, donde la naturaleza impone su ley con majestuosa serenidad.
A medida que el camino serpentea por el Parque Nacional, los panoramas se abren a valles profundos y cumbres afiladas que parecen custodiar secretos inmemoriales. Con fortuna, entre los riscos y praderas, es posible avistar manadas de geladas, los célebres babuinos de melena dorada que solo habitan estas montañas. Reconocibles por su imponente tamaño y la mancha roja que adorna su pecho, estos primates endémicos conviven en grandes grupos y ofrecen uno de los espectáculos más singulares de la fauna africana, desplazándose entre los cortados como si nada pudiera perturbar su milenario dominio.
La travesía prosigue dejando atrás las alturas, avanzando hacia Axum, ciudad sagrada y cuna de los antiguos reyes de Etiopía. Allí, donde la historia se entrelaza con los mitos fundacionales del reino, aguardan los vestigios de una civilización que fue capaz de levantar obeliscos de granito, custodiar reliquias imposibles y mantener encendida la memoria del Arca de la Alianza. Al llegar, traslado al alojamiento y descanso, mientras la ciudad prepara el escenario para las revelaciones del día siguiente.
DÍA 6
AXUM
En plena madrugada, las sombras de Axum se iluminan con el resplandor tembloroso de cientos de velas. Comienza la Mehela, una de las ceremonias más solemnes de la tradición etíope, cuando el Arca de la Alianza abandona su santuario y recorre las calles en procesión hasta el amanecer. Envuelta en telas sagradas, invisible a los ojos de los fieles, la reliquia avanza bajo cánticos ancestrales, escoltada por los sacerdotes que repiten gestos transmitidos desde tiempos inmemoriales. Cubiertos con netelas blancas —los mantos rituales que visten los días santos— y portando velas encendidas, los participantes se integran en este acto de devoción colectiva, siguiendo los pasos de un misterio que ha marcado la historia espiritual de Etiopía durante siglos.
Tras el desayuno, la jornada se consagra al descubrimiento de Axum, capital de uno de los reinos más poderosos de la Antigüedad y corazón sagrado del país. Aquí, entre obeliscos de granito y ruinas milenarias, floreció la leyenda de la Reina de Saba, cuyo palacio aún se adivina entre los vestigios arqueológicos del siglo VI. El Parque de las Estelas despliega un conjunto monumental único, con monolitos erigidos como símbolos eternos del poder axumita y de su dominio sobre estas tierras situadas en los confines del mundo conocido.
Por la tarde, la ruta prosigue hasta la iglesia de Santa María de Sion, epicentro espiritual de Axum y custodio, según la tradición, del Arca de la Alianza. Oculta en su capilla, inaccesible para todos excepto para un único guardián —heredero de los antiguos levitas—, la reliquia permanece envuelta en silencio y misterio, protegida generación tras generación por el voto inquebrantable de los monjes etíopes. No existe posibilidad de contemplarla, ni certidumbre alguna sobre su presencia, pero su sombra lo llena todo. En este enclave, SOCIEDAD HISTÓRICA ha obtenido la autorización excepcional para visitar los espacios vinculados al Arca y mantener un encuentro con su custodio, quien compartirá en primera persona el relato de su vida dedicada a la vigilancia del objeto más sagrado de la tradición judeocristiana.
La jornada culmina con una audiencia privada junto al Patriarca de Axum, máxima autoridad de la Iglesia Ortodoxa Etíope. Será un espacio privilegiado para dialogar con quien sostiene hoy el legado espiritual de siglos, y trasladarle preguntas, inquietudes e historias, en un intercambio que conecta la memoria ancestral del Arca con su significado en el presente. Axum, ciudad de reyes y profetas, ofrece así su verdad más profunda: la de un tiempo detenido donde historia y fe se entrelazan hasta volverse inseparables.
DÍA 7
YEHA - AXUM
La ruta se extiende hacia el este, atravesando las tierras abruptas de Tigray, una región que conserva algunas de las huellas más antiguas y enigmáticas de la civilización etíope. Entre sus colinas se alza Yeha, donde los vestigios de un templo dedicado a la luna desafían al tiempo desde hace más de dos mil quinientos años. Erigido en el siglo V a.C., este santuario permanece como el ejemplo más antiguo de arquitectura monumental en Etiopía, testimonio silencioso de una cultura anterior al cristianismo que dejó su marca indeleble sobre las piedras y sobre la memoria del país.
La perfección de sus muros ciclópeos, ensamblados con una precisión inusual, habla de un conocimiento arquitectónico avanzado, traído quizá por los pueblos que cruzaron el Mar Rojo desde Arabia y fundaron aquí uno de los centros rituales más importantes del Cuerno de África. Entre los relatos transmitidos a lo largo de los siglos, algunos sugieren que Yeha llegó a custodiar parte del tesoro que acompañó al Arca de la Alianza en su travesía desde Israel. Bronces, inscripciones y objetos rituales habrían descansado bajo su techo, como si la propia Arca hubiera encontrado en estas tierras remotas una prolongación de su santuario perdido.
Al término de la visita, el regreso a Axum permite cerrar el círculo, devolviendo al viajero al corazón mismo del reino que transformó aquellos antiguos cultos lunares en la fe cristiana que aún hoy late en cada rincón de Etiopía.
DÍA 8
AXUM - LALIBELA
Tras el desayuno, la travesía prosigue hacia uno de los enclaves más legendarios de Etiopía. Un vuelo conduce hasta Lalibela, ciudad de altura y de fe, enclavada entre las montañas del macizo de Lasta, donde se alza Abune Yosef, con sus 4.190 metros custodiando el horizonte. Desde tiempos inmemoriales, los caminos que atraviesan estas tierras han sido rutas de peregrinación y recogimiento, como si el paisaje mismo conspirase para preservar el secreto de una ciudad concebida como reflejo terrenal de la Jerusalén celestial.
Entre las laderas agrestes y los valles ocultos, surge Lalibela, la “Segunda Jerusalén”, declarada Patrimonio de la Humanidad y venerada como octava maravilla del mundo. Aquí, entre los siglos XI y XIII, se cincelaron en la roca once iglesias monolíticas, excavadas directamente en el corazón del basalto y la arenisca, conectadas por túneles, pasadizos y fosos rituales. Talladas bajo la idea de perpetuar la memoria de los lugares santos de Tierra Santa, estas construcciones desafían la lógica de su tiempo, como si hubieran sido moldeadas por manos que obedecían a un mandato divino más que a los límites de la ingeniería medieval.
A pesar de ser el destino más célebre del país, Lalibela permanece anclada en la tradición. Sus habitantes mantienen costumbres que parecen resistir al paso de los siglos, caminando descalzos entre los templos, cubiertos con netelas blancas, al ritmo pausado de las plegarias que desde hace generaciones nunca han dejado de escucharse en sus muros.
Por la tarde, comienza la primera aproximación a este conjunto monumental con la visita al primer grupo de seis iglesias, cada una con su propia historia, su simbología y su devoción intacta. Al término del recorrido, regreso para la cena y descanso, mientras la noche cae sobre los templos de piedra y las estrellas vigilan, inalterables, el legado sagrado de Lalibela.
DÍA 9
LALIBELA
La jornada se adentra en los secretos de Lalibela, ciudad mística levantada, según la tradición, por el rey Lalibela tras su regreso de Jerusalén. Inspirado por visiones divinas y, según algunas crónicas, con el apoyo de caballeros venidos de tierras lejanas, ordenó esculpir en la roca un santuario eterno que pudiera servir de refugio espiritual a los fieles, en un tiempo en que las rutas hacia Tierra Santa eran intransitables. Así nació este enclave único, donde la piedra fue moldeada como si obedeciera a un designio celestial, dando forma a un complejo que trasciende la arquitectura y se convierte en símbolo de fe y resistencia.
Más allá de sus templos, el entorno natural completa la obra. Las montañas del macizo de Lasta envuelven la ciudad, y la propia roca, de tonalidades rojizas y grises, parece haberse ofrecido dócilmente a los canteros anónimos que cincelaron pasajes, criptas y altares como si hubieran tenido la eternidad por horizonte. En este marco sobrecogedor, antes del almuerzo, prosigue la visita al segundo grupo de iglesias, conocido como la Jerusalén Celestial. Es el momento de recorrer sus pasajes ocultos y templos excavados, que completan el viaje espiritual y arquitectónico ideado por Lalibela: una ciudad dividida entre el cielo y la tierra, en la que cada rincón revive la memoria de una Jerusalén soñada y perpetuada en el corazón de Etiopía.
El recorrido concluye ante Bete Giorgis, la iglesia más perfecta y enigmática de Lalibela. Tallada en forma de cruz griega y aislada del resto del conjunto, su silueta emerge desde las profundidades de la tierra como una visión esculpida en la roca viva. Sin ornamentos excesivos ni más artificio que la propia geometría, Bete Giorgis se ha convertido en el icono de la ciudad, guardiana silenciosa de un legado que desafía los límites de la imaginación.
DÍA 10
LALIBELA - ADDIS ABEBA
Tras el desayuno, la travesía aérea conduce de regreso a Addis Abeba, punto de partida y cierre de este recorrido por los confines legendarios de Etiopía. A la llegada, la ciudad despliega sus últimos secretos en un recorrido que permite descubrir algunos de sus espacios esenciales, como el bullicioso Merkato, uno de los mayores mercados al aire libre de África. Entre sus calles interminables, se entrelazan aromas, tejidos, especias y artesanías que conservan la memoria viva de un país donde la tradición sigue marcando el pulso cotidiano.
El resto de la jornada queda libre, ofreciendo tiempo para las últimas visitas, para perderse entre los colores y sonidos de la ciudad, para descansar o para recoger en silencio las últimas impresiones de un viaje que ha atravesado siglos, mitos y paisajes imposibles.
Al caer la noche, la despedida adquiere forma de celebración. Una cena tradicional, acompañada de música folclórica, sirve como homenaje final a la tierra que acogió al viajero entre leyendas sagradas, vestigios de reinos perdidos y testimonios vivos de una fe inquebrantable. Cuando la velada llega a su fin, el traslado al aeropuerto marca el cierre definitivo del viaje, mientras Etiopía queda atrás, suspendida en la memoria como un territorio que no pertenece del todo al tiempo ni al mapa, sino al imaginario de quienes se atrevieron a recorrerla.
DÍA 11
CIUDAD DE ENLACE - ORIGEN
En las primeras horas del día, el vuelo de regreso emprende el camino de vuelta a casa. Tras días recorriendo los paisajes sagrados de Etiopía, quedan atrás las montañas, los templos ocultos y los ecos de antiguas leyendas. Comienza ahora el regreso, mientras las historias escuchadas y los lugares atravesados se transforman, poco a poco, en memoria. Lo que fue viaje se convierte en relato; y lo vivido, en testimonio de un territorio que, más allá de su geografía, pertenece ya al espacio íntimo de lo irrepetible.
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