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LOS MEJORES MOMENTOS DE ESTE VIAJE
Explora la Roma de los césares con Tito Vivas
Accede a los subterráneos del Coliseo
Accede a galerías privadas del Vaticano
Cena como un auténtico ciudadano romano
Italia
LA VIDA DE LOS DOCE CÉSARES
Bajo las calles y las piedras de Roma, todavía resuenan los ecos de los hombres que gobernaron el mundo. En esta propuesta, Tito Vivas reconstruye la ciudad que conocieron los emperadores, desde los fastos imperiales hasta las sombras del poder.
ContactoLOS MEJORES MOMENTOS DE ESTE VIAJE
Explora la Roma de los césares con Tito Vivas
Accede a los subterráneos del Coliseo
Accede a galerías privadas del Vaticano
Cena como un auténtico ciudadano romano
Memoria eterna de los Césares
Recorre la ciudad donde la historia se escribió con sangre y mármol. Entre foros, palacios y calzadas, revive el mundo de los Césares que narraron Suetonio y Tácito, cuando Roma no era un recuerdo, sino el centro del poder y del mito
DÍA 1
ORIGEN - ROMA
Salida con destino a Roma, la antigua capital del mundo. Llegada al aeropuerto internacional de Fiumicino y traslado en vehículo privado hasta el alojamiento, donde aguarda el primer descanso antes del inicio del recorrido.
Por la tarde, comienza el descubrimiento. Antes de adentrarse en los escenarios que forjaron la historia, se propone una primera aproximación a la ciudad, atravesando sus calles y plazas más célebres, donde aún resuenan los ecos del esplendor barroco. Fontana di Trevi, Piazza Navona y Piazza di Spagna configuran la ruta inicial, entre fuentes monumentales, obras maestras de la arquitectura y espacios que han resistido el paso de los siglos.
Finalizada la caminata (aproximadamente tres horas), la jornada concluye en un restaurante próximo a Piazza di Spagna, donde aguarda la cena. Tras la velada, queda abierta la posibilidad de regresar al hotel recorriendo, bajo la noche romana, las mismas calles que una vez transitaron artistas, viajeros y cortesanos.
DÍA 2
ROMA
Tras el desayuno, comienza la travesía por uno de los ejes fundamentales del poder romano. La jornada se abre en la Vía Apia, la reina de todas las calzadas, columna vertebral de la República y emblema del Imperio. Desde su trazado partían legiones, mercancías y mensajes que mantenían unida la vasta maquinaria del mundo romano. En sus piedras, aún hoy, perdura la memoria de aquellos que creyeron que la estabilidad y la paz podían imponerse a golpe de ingeniería, disciplina y voluntad.
A lo largo de este recorrido, emergen vestigios que definen siglos de historia. Surgen las Termas de Caracalla, obra monumental del siglo III d. C., donde mármoles, mosaicos y estatuas daban forma a uno de los mayores complejos termales jamás construidos. A pesar de los saqueos y terremotos, aún resisten fragmentos de su antigua grandeza, testigos silenciosos del esplendor que envolvió a la ciudad.
A pocos pasos aguarda el Sepulcro de los Escipiones, linaje ilustre que escribió algunas de las páginas más memorables de la historia militar romana. Entre sus muros reposaron los restos de Publio Cornelio Escipión el Africano, artífice de la derrota de Aníbal en Zama y figura clave en el destino de Roma frente a Cartago.
El avance por la Vía Apia conduce hasta la Tumba de Cecilia Metela, uno de los monumentos funerarios mejor conservados del mundo antiguo. Construida para perpetuar el nombre de una de las mujeres más notables de su tiempo, su silueta se alza sobre la calzada como un vigía de piedra que desafía los siglos.
Más adelante, dispersas sobre las colinas, se extienden las ruinas de la Villa de los Quintili, una residencia imperial concebida como un refugio de lujo y poder. Entre sus termas, patios y espacios de recreo, aún es posible imaginar la vida de los cónsules que la habitaron, dueños de un horizonte que parecía no tener límites.
La ruta culmina en el corazón mismo de la propaganda augustea: el Mausoleo de Augusto. Inspirado en las tumbas de los grandes monarcas helenísticos y concebido como morada eterna del primer emperador y su estirpe, este monumental sepulcro fue símbolo del triunfo de Roma sobre Oriente y del nacimiento de una nueva era. Desde su construcción en el 29 a. C., su historia ha atravesado transformaciones insospechadas: de panteón imperial a fortaleza medieval, de jardín renacentista a plaza de toros. Hoy, sus muros desgastados siguen custodiando la memoria del hombre que quiso presentarse como restaurador de la República mientras fundaba el Imperio.
Al término de la jornada, la experiencia continúa en Hostaria Antica Roma. Allí, un menú inspirado en el recetario de Marco Gavio Apicio devuelve a la mesa los sabores de la antigüedad. Platos extraídos de las páginas del De re coquinaria componen un banquete que recupera la complejidad y la sofisticación culinaria del siglo I, acompañado de relatos y curiosidades que desvelan los secretos gastronómicos del mundo imperial.
La tarde queda abierta al ritmo de la ciudad eterna, entre paseos sin prisa, plazas iluminadas y las recomendaciones de quienes mejor conocen sus rincones. La jornada concluye con cena en un restaurante cercano al alojamiento, mientras Roma, incansable, sigue escribiendo su propia leyenda.
DÍA 3
ROMA
La segunda jornada se despliega sobre la otra arteria fundamental de la antigua Roma: la Vía Sacra. Espina dorsal del Foro y escenario de desfiles triunfales, procesiones sagradas y conspiraciones silenciosas, fue el sendero por donde desfilaron ejércitos victoriosos, sacerdotes, emperadores y ciudadanos, bajo la mirada constante de los dioses y los mármoles eternos. Desde las alturas del Capitolio hasta las gradas del Coliseo, la Vía Sacra concentró el pulso de una ciudad destinada a gobernar el mundo.
Tras el desayuno, comienza el avance hacia el corazón político y religioso de Roma. A las orillas del camino se alza el Teatro de Marcelo, vestigio monumental que Julio César concibió y Augusto concluyó, dedicado al joven heredero Marco Claudio Marcelo, cuya muerte prematura privó al Imperio de uno de sus futuros más prometedores. Bajo sus arcos de piedra, aún resuenan los ecos de las representaciones y los festejos que una vez animaron sus graderíos.
El trayecto conduce hacia los Foros Imperiales, donde el tiempo parece fragmentarse en ruinas dispersas que narran la grandeza perdida. Entre los restos emerge la Regia, antigua sede de los pontífices máximos; los arcos de Tito y Vespasiano, erigidos como testimonio de victorias lejanas; la solemne Curia Hostilia, punto de encuentro del Senado; y los templos que custodiaban los fuegos sagrados y los mitos fundacionales: Venus, Roma, las Vestales y Rómulo. Cada piedra, cada columna derruida, conserva la huella de los siglos y de los nombres que marcaron la historia.
La Vía Sacra concluye en uno de los símbolos universales del poder romano: el Anfiteatro Flavio, conocido como Coliseo. Obra desmesurada nacida para el espectáculo, allí donde el pulso del Imperio latía al ritmo de los juegos, las fieras y la sangre. Bajo su sombra se cierra la mañana, antes de dirigirse a un restaurante próximo para el almuerzo.
La tarde queda libre, abierta a la Roma contemporánea, que entre plazas, mercados y avenidas aún mantiene latente la memoria de su origen. Al anochecer, la jornada concluye con la cena en un restaurante cercano al alojamiento, mientras la ciudad eterna, incansable, sigue desplegando sus historias ante quienes saben detenerse a escuchar.
DÍA 4
ROMA
La cuarta jornada se adentra en otro de los grandes capítulos de la historia: el Vaticano, enclave que recoge siglos de poder, arte y legado espiritual. Entre los muros de sus Museos, Roma conserva intacta la memoria de la Antigüedad clásica, resguardando esculturas, relieves y piezas que alguna vez decoraron templos, villas y foros del Imperio. Aquí, los mármoles hablan y las figuras inmortales del pasado desfilan en silencio ante quienes recorren sus galerías.
La travesía prosigue hasta la Capilla Sixtina, obra cumbre del genio humano, donde los pinceles de Miguel Ángel transformaron techos y muros en una narración absoluta sobre los orígenes, los destinos y los dioses. Bajo su bóveda, cada mirada se detiene, consciente de hallarse ante uno de los testimonios más poderosos del arte universal.
El recorrido continúa hasta la Basílica de San Pedro, bastión monumental de la Cristiandad y escenario de siglos de fe, política y arquitectura sin límites. Sus columnas, cúpulas y plazas definen un horizonte que trasciende el tiempo, alzándose sobre el mismo lugar donde, según la tradición, descansa el primer obispo de Roma.
Finalizada la visita, el almuerzo transcurre en las cercanías del Trastévere, uno de los barrios más antiguos y vibrantes de la ciudad, donde la historia cotidiana de Roma sigue latiendo entre tabernas y calles empedradas.
La tarde se abre al paseo, con la posibilidad de alcanzar la Isola Tiberina, solitaria y legendaria, surgida en mitad del río como refugio de mitos y antiguos cultos curativos; o de contemplar la silueta del Castillo de Sant’Angelo, fortaleza, mausoleo y prisión, erigido para proteger los restos de Adriano y convertido, con el paso de los siglos, en uno de los bastiones defensivos del Vaticano.
El resto de la tarde queda libre, para perderse sin prisa entre las orillas del Tíber y los callejones donde Roma continúa escribiendo su relato. Al anochecer, la jornada concluye con la cena en un restaurante próximo al alojamiento, mientras la ciudad, incansable, vuelve a vestirse de noche.
DÍA 5
ROMA - ORIGEN
Tras el desayuno, las últimas horas quedan abiertas para recorrer, por última vez, las calles de una ciudad que nunca termina de mostrarse por completo. Roma se despide sin prisas, consciente de que ningún viajero parte realmente; tan solo se aleja, llevándose consigo fragmentos de historia, memorias de piedra y el eco de un tiempo que sigue latiendo bajo cada paso.
A la hora indicada, traslado al aeropuerto y vuelo de regreso a la ciudad de origen. Roma permanece. El viaje continúa.
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